Lucas, nunca tuvo intención de venir a consulta. Ni la idea de ir a un psicólogo estaba en su mente. Recibí su visita cuando la abogada recomendó, que llevara a sus hijos, con el propósito de hacer una evaluación y posterior informe psicológico, adjunto al procedimiento para la modificación de medidas en la guardia y custodia de los menores.
Aunque llevaba varios años separado, se sucedían los conflictos, y como suele suceder en estos casos, son los niños los que al final reciben los daños colaterales. Una cosa aprendí en este caso: La idoneidad parental, no es cuestión de sexo, ni de quien haya parido…..es cuestión de la PERSONA.
Lucas, era y es, alto, de fuerte complexión y a mi parecer, atractivo. También algo desaliñado y por lo que pude apreciar en la primera visita, se cuidaba muy poco a pesar de ser bastante joven. si algo destacaba en él, era su amplia sonrisa y sus ojos tan tristes.
Pero sin duda, lo que pude descubrir en poco tiempo era que su principal atractivo era ser un «buen hombre». Me fue relatando su historia y sus ojos se inundaban de lágrimas, lloraba sin consuelo y su dolor no era por sí mismo, recuerdo que decía:»Yo tengo las espaldas muy anchas», sino por sus hijos, a los cuales veía sufrir, cada uno a su manera, y no podía hacer nada.
Después de conocer a los niños, hablamos largo y tendido sobre el tema. Expuse mi opinión y después de la evaluación pertinente, comenté con él mis impresiones. La mejor forma que tenía por el momento para ayudarlos era que estuviera bien, que sus hijos pudieran verlo: tranquilo, sereno, seguro y firme.
Así, aceptó mi propuesta y nos pusimos a trabajar en ello, convirtiéndose en el primer FANTÁSTICO Y MARAVILLOSO.
Se había cansado de luchar. Estos problemas, unidos a una precaria situación laboral, habían mermado definitivamente sus fuerzas. Intentaba sobrevivir, sin más, esperando tiempos mejores, pero estos no llegaban. Incapaz de hacer frente a la situación comentaba: «Soy un pelele que todo el mundo hace lo que quiere conmigo» y resistía pasivamente todos los envites.
Como su disposición era buena, pronto se hicieron visibles los resultados. Comenzamos por la mejora de su aspecto personal, ello le obligaba a arreglarse cada día, tener un aspecto más cuidado (se afeitaba concienzudamente para venir a verme), lo que ya representaba una mejor imagen de sí mismo. Todo el mundo apreció el cambio y eso le gustó.
El segundo paso, consistió en establecer límites en su entorno. Por su trabajo, era requerido por amigos y familiares so pretexto de que echara una mano y Lucas siempre estaba dispuesto a ayudar. Dejaba cualquier cosa de su interés y se ponía en marcha. Como resultado, nunca disponía de tiempo y sus cosas, siempre estaban a medias. Establecimos una organización del tiempo, que definiría en función de prioridades, encabezadas por las suyas y seguidamente, con el tiempo restante colaboraría con los demás si era su deseo.
Para aprender a decir «no», hicimos un pequeño experimento que servía a varios propósitos. Debía comprar un regalo, le costaba bastante entrar en las tiendas y mucho más si tenía que hacerlo solo. Así que necesitaba pasar al menos en tres comercios, decir no, hasta encontrar aquello que buscaba. Algo que parece extremadamente sencillo, fue un gran reto que consiguió con éxito para su sorpresa.
El pensamiento no es más que la conversación con nosotros mismos, y hay que decidir si estamos a favor o en contra. Y Lucas, no estaba a su favor. No se podía entender como un hombre de casi dos metros, se hiciera tan pequeño, sólo dudando de cada una de sus habilidades. Así , después de algún tiempo afrontando sus miedos y reconvirtiendo sus pensamientos negativos en positivos, fue trasformando: «No va a salir bien» por un «A ver….» y de ahí a «De esta vez voy a por todas».
También trabajamos en la recuperación de aficiones y sueños. La mayor parte de las primeras quedaron por el camino y de de los segundos….pospuestos indefinidamente.
Pero un día, volvió a montar en moto, esta vez con sus hijos, intentaban arreglar algunas piezas y acababan en ocasiones llenos de grasa, jugando y riendo.
Le encantaba el mar, tenía un viejo bote. La tarea de prepararlo, pintarlo y hacerlo flotar de nuevo se convirtió en un elemento mas de unión entre ellos, los fines de semana que estaban juntos pasaban largas horas reparando la embarcación haciendo planes sobre donde podrían ir y que podrían pescar.
Tiene una parcela con una pequeña casita, a la que denominamos «su feudo». En principio sólo le daba problemas, y nos reíamos porque siempre que llovía se inundaba el bajo y decía: «Ya está hecha la piscina» y pasaba días achicando agua. No obstante, recuperó la ilusión por arreglar todo, con el propósito de hacer allí su hogar, el cual pudiera compartir, con una maravillosa princesa y sus pequeños «infantes».
A medida que iba ganando seguridad y confianza, también se notaba en sus hijos. Cuanta más fortaleza observaban en su padre, ellos se sentían protegidos y esperanzados. Las cosas cambiaron……y mucho.
No sé si ya habrá terminado el castillo. Pero sí que ya tiene su princesa, que lo quiera y respeta. Los pequeños «infantes» están encantados y las cosas a nivel laboral marchan mejor.
Es previsible que seguirán pasando cosas, pero lo importante es saber que uno puede afrontarlas.
Trabajos realizados:
- Mejora del estado de ánimo
- Autocuidado
- Establecimiento de límites
- Saber decir «No»
- Transformación de pensamientos negativos
- Mejora del autoconcepto